Lo sucedido hace algunos días a mi querida Adelaida, afirmativo, a la que le gusta que le canten al oído, es de indignación.
Un buen día iba camino a su trabajo, que dicho sea de paso, es una de las actividades que más le apasionan, eran las nueve de la mañana en pleno Metro Pino Suárez.
No será difícil imaginar cómo se encuentra nuestro eficiente sistema de transporte a esa hora del día, sí, apretujada y soportando el olor a "pasuco" (patas, sudor y cola) de la muchedumbre ahí congregada.
Luchando contra toda situación incómoda mi buena amiga Adelaida se cuidaba sus partes nobles para evitar algún percance con los miles de abusivos que pululan por nuestro México Lindo y Querido.
Librada la batalla llega a su destino, estación Hidalgo, se dispone a bajar del vagón como toda una triunfadora, intacta de todo malintencionado que se pudiera cruzar por su camino.
Se abren las puertas y junto con la multitud atraviesa la puerta del gusano anaranjado, no sin antes sentir en su nalga una mano que probablemente le tocó hasta las anginas.
Como toda Perfecta Cabrona se volteó a recordarle el 10 de mayo al abusivo que se atrevió a causarle tal indignación, sin lograr ponerle una mano encima ya que el tiempo de cerrar las puertas llegó y se quedó con la estampa del individuo grabada en la mente.
Pasaron algunos días y Adelaida buscaba en cada una de las caras masculinas que se le cruzaban en el camino al individuo que logró agarrarle la nalga. Argumentaba mi querida ingenua amiga, que lo encontraría para darle su merecido.
"Lo he de encontrar al abusivo y le daré lo que le corresponde", me decía encolerizada Adelaida. Rematando con su frase que me hizo soltar la carcajada:
"¡Porque mi nalga era virgen!"
Casa Nueva, Muebles Viejos
Hace 10 años
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