junio 05, 2007

Más vale solas...


La soledad es un tiempo para tener contacto con lo más profundo de nosotros mismos. Debemos tratar con nuestros miedos, no podemos ignorarlos ni quedarnos bloqueados por ellos. En estas situaciones es muy saludable la soledad. Equilibremos los momentos en que nos comunicamos y atendemos a otros, y los que dedicamos a pensar, en soledad, en nuestras propias cosas.

Eso le decía a la decepcionada de mi amiga Adelaida, efectivamente, a la que su mascota le cantaba bonito al oído.

La soledad en que siente hundirse Adelaida la lleva a pensar que nadie la quiere, que no se merece ser feliz, que es la mujer más fea del planeta, que es la más tonta del mundo, que no es merecedora de nada bueno.

Mi querida amiga es tan vulnerable que al primer desaire que le hace su mascota siente que se muere, que se le acaba el mundo.

Resulta que su mascota amado la invitó a cenar, se portó de lo más lindo con ella desde que pasó a recogerla a su casa, en el trayecto al restaurante y durante la cena, todo iba bien hasta que llegó el fatídico momento...

–"Adelaida, tenemos qué hablar", le dijo la mascota.

Ante tal frase mi querida amiga sintió un apretón en el corazón y sólo atinó a escucharlo.

Resulta que la mascota en turno de Adelaida la había hecho soñar diciéndole meses atrás que era la mujer que esperaba, que quería compartir con ella el resto de su vida. Iniciaron planes y vieron departamento, muebles, artículos para decorar el que sería su nidito de amor.

Esa noche, para la buena fortuna de Adelaida, la mascota le confesó que había regresado la mujer con la que años atrás había vivido una relación tormentosa de varios años, que se había dado cuenta que no la amaba en realidad y que había reiniciado la relación con la otra mujer.

Mi estimada amiga regresó a su casa con el corazón destrozado y sumergida en la tristeza y depresión se encerró a llorar su pena, todo perdió sentido en su vida, no comía, no cuidaba su aspecto, se quería morir.

Después de dos semanas de permanecer en tan deplorables condiciones accedió a recibirme, platicamos largamente de cada momento que pasó con la desdichada mascota. De todas y cada una de las frases de amor que le profesaba.

Adelaida se preguntaba una y otra vez en qué había fallado, qué había hecho mal, qué tenía la otra para que no se decidiera la mascota por ella.


Decía sentirse sola, abandonada, que no valía nada.


A lo que le contesté: Adelaila, en esta vida cada quién tiene lo que se merece y para ti fue mejor que te libraras de una mascota traicionera a tiempo, porque esto lo iba a hacer tarde o temprano, y hubiera sido más doloroso que lo hiciera cuando estuvieran casado.


Ánimo, amiga, que más vale solas...