julio 11, 2008

Amores de oficina… ¡Cuidado con el Gran Hermano!


Tomando café en la terraza de un hotel del Centro Histórico, nos encontrábamos mi adorada Adelaida, sí, aquella que siempre desea que le canten al oído, y yo disfrutando de un excelente café y unas ricas galletas, mientras esperábamos la llegada de nuestras Perfectas Cabronas amigas: Cony, la que se que equivoca siempre al enviar los mensajes por celular; Lauris, la emprendedora; Zazhilha, la tierna, y Magy, que se nos iría a Chetumal. Durante la espera, Adelaida se notaba muy rara, como inquieta, con ganas de confesar algo.

Yo, con mi instinto reporteril, inicié una serie de cuestionamientos sutiles para comprender tal actitud. Ella, toda apenada y sin saber cómo iniciar su confesión que tanto la aquejaba, tomó aire y soltó su relato.

Resulta que Adelaida, que es una apasionada de su trabajo y la más contenta con pertenecer a la empresa para la que labora, pues ahora ya quería desaparecer del mapa y cambiar de trabajo, e incluso, cambiar de ciudad si se podía.

Tal fue mi sorpresa que le cuestioné a qué se debía tal decisión, imaginé que había atropellado a alguien, que había hecho un fraude o no sé qué cosa. Pero ella me dio la negativa a todas esas opciones. Me dijo que era algo peor y que no sabía cómo afrontar la situación.

Me confiesa que tenía un amorío secreto con un compañero de trabajo, esas relaciones que empiezan siendo buenos compañeros de trabajo y poco a poco se van involucrando más sentimentalmente.

Pues resulta que hace unos días se festejó el aniversario de la empresa en la que trabaja y organizaron una reunión en un salón que hay en el edificio; vino, bocadillos, violines, etcétera, etcétera.

Al paso de las horas y con unas copas de vino tinto encima, la temperatura y los deseos se les subieron a los dos tórtolos en turno y decidieron sentir la adrenalina al tope disfrutando de su amor en una oficina de la empresa, al fin el riesgo de ser descubiertos sería casi nulo al estar todo mundo en el festejo.

Eligieron una oficina cómoda, con un amplio sillón y un escritorio de esos finos, digno de un directivo. La pasión se desbordó por lo largo y ancho de la oficina, la ropa se podía observar en el piso, en el perchero, en un brazo del sillón, en la silla del escritorio.

Después de media hora de romántica, extrema y ardiente escena salieron de la oficina con una sonrisa de oreja a oreja que no podían ocultar y se reincorporaron al festejo como si nada hubiera ocurrido, sentían que todo había salido como a pedir de boca.

Pero no fue así, al día siguiente en radio pasillo se rumoraba que las cámaras de seguridad de la empresa habían captado a una pareja en la oficina del director teniendo relaciones sexuales, que ya los directivos estaban enterados y estaban por decidir la manera de actuar ante tal acontecimiento.

Ahora entiendo la actitud de mi querida Adelaida, sí debe ser muy incómodo que los directivos y gente de seguridad de la empresa ya te conozcan las partes íntimas de tu cuerpecito. Y lo que es peor, la manera en la que haces el amor!!!

Moraleja, amig@s, tengan cuidado de lo que hacen en la oficina, recuerden que el Gran Hermano nos vigila.

3 comentarios:

Miguel Angel dijo...

Estupendo post. Y pues la verdad es que tienes razón, tal parece que eso que llamamos intimidad es una especie en vias de extinción. Saludos.

jimpako dijo...

http://www.mujerescabronas.blogspot.com/

Gonzalo dijo...

Momentos como esos hacen que los trabajos valgan la pena.