julio 04, 2007

¿Hijos? ¡¡No, gracias!!


Hace unos días me vi obligada a hacer una reflexión, mi instinto de Perfecta Cabrona me hizo analizar mis triunfos y tropiezos a lo largo de mi vida.

Mi madre, que es una mujer tradicionalista y con ganas de tener nietos de todos sus hijos, una vez más me soltó su frase favorita: “Hija, ya deberías pensar en por lo menos tener un hijo, ya te realizaste como profesionista, sólo te falta realizarte como mujer”.

Treinta y cinco primaveras. Sí, 35 años son los que acabo de cumplir y yo no he realizado el sueño de mi madre, el casarme y tener una familia.

Pero… ¿a caso yo sueño con casarme y ser madre? Nooooooooo. Quién dice que una mujer no está plenamente realizada si no tiene hijos. Quién dice que la mujer nació para casarse.

Una mujer no es más valiosa por casarse y tener hijos; una mujer es valiosa por el simple hecho de ser mujer. Y si entramos en esos clichés, simplemente todo ser humano es valioso.

Regresando al tema de la familia, el matrimonio y los hijos, debo decir que yo soy muy afortunada por tener a mi familia completa, unida; una familia tradicionalista.

Mucho se dice que las mujeres profesionistas no deseamos tener descendencia porque nos genera el sentimiento de culpa por no brindarles atención de tiempo completo. El ponerlos al cuidado de terceras personas nos genera el remordimiento de no saber si están bien atendidos o si están creciendo con la persona indicada.

Si soy sincera, a mí sí me pasa eso. Creo que para toma la decisión de tener un hijo hay que pensarlo… y pensarlo muy bien.

Yo soy de la idea que no necesitas estar casada para tener un hijo, pero sí estoy completamente convencida de que un hijo necesita de las dos figuras a lo largo de su vida: papá y mamá.

No juzgo ni mucho menos a todas esas madres que solas sacan adelante a sus hijos, que tienen la gran valentía de afrontar esa responsabilidad, de hecho, las admiro. Va desde aquí mi admiración y respeto a mi hermana que ha sorteado cada uno de los obstáculos que se le han presentado para criar y educar a Frida Sofía, su más grande tesoro.

Ante esto, no me queda más que decir que soy una guerrera en el plano profesional: entregada, luchona, valiente, emprendedora, etcétera, etcétera, etcétera. Pero en el plano personal, soy una Perfecta Cabrona como para que mi instinto maternal salga a relucir. ¿Hijos? ¡¡No, gracias!!